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Láguia, Tierra de Ensueño

Iniciado por yonamoe, 22 de Agosto de 2007, 03:17:47 PM

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yonamoe

Es la historia típica épico fantástica, sin embargo, la diferencia se marcaría en el argumento, llena de sorpresas, y en que hay 7 protagonistas diferentes, con sus características diferentes, y que no podrás ver la historia completa si no las realizas todas.
Supongo que nadie se animará a hacer algo tan complejo, pero por lo menos está la idea.
Aquí dejo tres cap del libro (mi libro) del que se inspira la historia:
http://www.lulu.com/content/1122765


Capítulo 1

Jose Fairan, un chico de casi dieciséis años, estaba tumbado en la cama, mirando al techo, en la casa de su abuelo.
Fairan era un chico maltratado por sus compañeros desde pequeño, pero no físicamente: mentalmente, abandonado, despreciado por todos.
Uno de los pocos lugares en los que se sentía verdaderamente a gusto era en casa de su abuelo, con su amiga Miracle que se marchó hace tiempo, y con sus padres.
Existía otro lugar: Sus sueños. En ellos se sentía como un viajero volviendo a casa, como un atleta ganando el oro, como un ciego que volviendo a ver. Sin embargo, a veces, todo estaba teñido de odio, de dolor, de avaricia, y un fuerte instinto luchador entraba en el muchacho.
Estaba en un conflicto pues quería luchar por un mundo que tan sólo habitaba en sus fantasías.
<<Pero parece tan real...>>
-¿Te ocurre algo?-preguntó su abuelo desde la puerta. Todavía era de noche-. Te he oído hablar en sueños.
-No es nada.
-¿Seguro? Es justo eso, ¿verdad? Son tus sueños.
Algo comenzó a zumbar en la mente de Fairan, extrañado por el comentario de su anciano familiar.
-¿Cómo?
Daniel Fairan entró en la habitación, portando en la mano un largo objeto, oculto por un manto rojo. Con sosiego, observó a su nieto, y a los pocos segundos se sentó a su lado, entregándole una cariñosa mirada.
-Ya te vas haciendo mayor, y lo sabes. Como adulto, y como miembro de esta familia, te faltan muchas cosas todavía por vivir. De ahora en adelante, la historia que te toca vivir trata de más allá de tus sueños.      
-No te entiendo abuelo.
Y éste, en vez de responder, destapó el objeto: una espada larga, enfundada en cuero.
Fairan sabía manejar ese tipo de espadas, pues su abuelo había sido un gran esgrimista durante su juventud, y esa tradición, el arte de la espada, se había traspasado a su padre, y de ahí a su hijo. Sin embargo, nunca había luchado con espadas de filo: siempre de madera.
Daniel seguía entrenando en el bosque cercano a su casa varias veces a la semana, a pesar de que tenía cerca de sesenta años.
-Toma esta espada, sólo si eres capaz, si tienes valor, y puedes enfrentarte a tus miedos.-Fairan extendió la mano, sin comprender-Ahora duerme.
Fairan, con regalo en mano, se tumbó sobre la cama. Y entonces, soñó.

Ya no estaba en la habitación, si no en una nada, rodeado de seis sombras. Todas ellas dieron un paso, y desaparecieron. Fairan, con espada en mano, hizo lo mismo, y un denso bosque se dejó ver ante él.
Sin saber qué hacer, se dejó guiar por sus instintos.  Caminó. Al poco, llegó a una explanada redonda, en cuyo centro había un extraño espectro, más grande que él, y con cuatro garras esqueléticas.
El muchacho sintió como el miedo recorría su cuerpo. Pero la voz de su abuelo le recordó que debía seguir adelante. Eso hizo.
Se plantó frente al monstruo, y desenfundó a la bestia de su prisión. Éste miró fijamente, con un rostro pálido, cadavérico, a Fairan, que dijo:
-Siento cómo le haces daño a este lugar, ¿qué eres?-no consiguió disimular el temblor de su voz.
-¿Qué soy? La sombra de los olvidados. Nos llaman sfets. Pero toda sombra se prolonga, alguna hasta el infinito...
Soltó una sonora y larga carcajada. De repente, del cielo, cayó un foco de luz azul que fulminó al espectro. Tras desaparecer el haz, había algo muy diferente:
Su cuerpo era humano, pero esa mirada, y esa sonrisa de ultratumba, le delataban como lo que verdaderamente era. Su figura estaba rodeada por vendas, como si fuese una momia. Y sus manos estaban equipadas con unas poderosas y mortíferas garras. Sobre su espalda descansaba una capa andrajosa, tejida por la propia oscuridad.
-Ahora, soy tu prueba.
Y se lanzó hacia Fairan, con el arma hacia delante, comenzando una cruenta y difícil batalla, no sólo para el muchacho, también para su contrincante.
Al principio, el pequeño flaqueaba, indeciso, mientras las gotas de sudor se deslizaban por su cuerpo. Poco después, comprendió que los combates con espadas de madera habían acabado ya.
Detuvo con determinación una dura arremetida, y con el pie empujó al hombre de las vendas, quedando al descubierto durante un segundo, y atacó. No fue suficiente: el corte lo evadió con una facilidad insultante.
El hombre de las vendas se echó hacia atrás, frenando su impulso, clavando su arma en el suelo, que carraspeó. Entonces, saltó hacia Fairan con las piernas hacia delante, y le golpeó, por muy poco, en la mano que empuñaba la espada. Salió disparada hacia atrás, perdiéndose en la espesura del bosque.
-¡Maldición!-gritó, y fue corriendo tras ella.
El muchacho huía por el bosque, y el hombre de las vendas iba en pos de él.
No encontraba su arma, por mucho que su mirada insistiese. Sus manos se agitaban entre la hierba, su mente en la intuición, pero poco a poco el enemigo se iba acercando más y más.
Faltaban escasos metros, escasos centímetros... y de pronto, ante él, clavada en la tierra, se presentó una espada, cuya hoja refulgía como la luz, y su empuñadura representaba a un dragón dorado de cuatro alas.
Cuando consiguió tocarla, el hombre de las vendas le empujó, y le tiró al suelo. El hombre de las vendas observaba la espada, con su mirada fantasmagórica.
-Zilaiya... la espada argéntea... Es MÍA
Y el hombre de las vendas la empuñó...
... pero la luz limpia la oscuridad, como una vela en la noche.
Quien antes fue un espectro gritó de dolor durante unos largos segundos, de pesadumbre y misericordia. De repente, como en medio de un sueño, Fairan vio como una figura humana, cuyo cuerpo eran todo llamas, apartó al hombre de las vendas de la espada, y la cogió:
-No mereces este acero-y le atravesó el pecho con ella-. Cambiarás.
Sin más, el hombre de las llamas, el de las vendas, la espada de luz, y el bosque, desaparecieron.

Tras abrir los ojos, Fairan se hallaba de nuevo en esa oscura nada, con el regalo de su abuelo en mano, y ante él una gigantesca puerta, abierta. Un hombre estaba ante ella, con la mano extendida, incitándole a entrar. Tuvo mucho miedo, pero recordando cuantas veces había soñado con eso, la atravesó, con muchas preguntas en mente, que serían respondidas más tarde.












Capítulo 2

Luz, luz, luz y más luz.
De pronto oscuridad, miedo, y sin dar tregua alguna, sangre, y muerte. A punto estuvo de llorar, cohibido ante tal cantidad de horrores, juntas en un reducto de dolor, de sufrimiento, pero vio de lejos la luz otra vez, y corrió hacia ella, con los brazos extendidos.

Con un grito la atravesó, desahogándose. Cayó en una zona de hierba, rodeada por árboles y arbustos, donde los fugaces rayos del sol los bañaban, situado el astro en un cielo azul ocupado por escasas nubes. La puerta había desaparecido.
A su derredor observó a seis personas. Una de ellas era un anciano delgaducho, con una larga barba cana. Enarbolaba un bastón, ayudándose de él en su caminar.
-Usted debe ser el sexto, prepárese, por favor-pidió el anciano-. Debemos marcharnos lo antes posible.
Alguien lloraba cerca de él. Era una niña pequeña, de no más de ocho años, llamada Maia, que estaba acurrucada entre los brazos de... de...
Miracle, su amiga, cuyo cabello rubio cubría su rostro, sollozando, aturdida. Otro chico, de unos veinte años, estaba al lado de la muchacha, apoyando a ambas.
-¿Qué ha pasado?-preguntó agachándose junto a Miracle, percatándose de que su rostro estaba surcado de lágrimas.
-Tú has visto lo mismo que nosotros. Ellas no lo han podido soportar-aclaró el chico.
-¿Cómo te llamas, muchacho?-preguntó un hombre ataviado de negro, apareciendo de entre los árboles, ocultos sus ojos tras sus oscuras gafas.
-Fairan.
-Yo soy Sagax.
-Mi nombre es Albert -le dijo el joven sonriendo fugazmente. Le estrechó la mano, notando que temblaba.
-Hola, mi nombre es Violeta-se acercó una hermosa mujer, que había estado un poco alejada todo el rato, y abrazó al muchacho.
Su cabello era corto, moreno, con destellos verdes, su figura no podía ser más perfecta.
En otra situación se abría abandonado al abrazo de la dama, pero al verlas a ellas llorar se enojó. Se libró de sus brazos y gritó:
-¿Por qué no las ayudáis en vez de estar como si nada?
-Miedo-dijo el anciano, cordial en su tono, aunque impertérrita su figura-. Aunque no lo notes, los demás también tienen miedo. ¿Cómo van a ayudar a alguien si aún no han solucionado sus problemas?
Fairan no dijo nada.
-Hemos venido a un mundo nuevo, después de estar muchos años en la Tierra. Tras cruzar...eso, hemos visto como llora Láguia, sus sentimientos. Éste es nuestro verdadero hogar-dijo Sagax.
-El cual tendréis que defender-intervino el anciano como si nada.
Iban a protestar, a preguntar, fulminados por las palabras intrusas, pero de pronto la puerta gigantesca apareció en el claro y el hombre que antes era custodio la atravesó.
-Ya era hora, Trébor-dijo el anciano.
-Lo siento, Fainus-se disculpó quien se aludía al nombre de Trébor. Escrutó su alrededor-Sois seis, ¿Dónde se encuentra el séptimo?
-Eso mismo te iba a preguntar, muchacho-le aclaró Fainus.
Fairan preguntó, interrumpiendo a aquellos que también lo iban a hacer:
-¿Séptimo? ¿Por qué siete?
-Así lo dice la leyenda, los cánticos del pueblo. Seréis los siete que nos salvarán de la furia de Silenox, de sus sfets, y de sus huestes oscuras.
El hombre ataviado de negro rió, Violeta lo intentó, los demás se quedaron petrificados. Trébor vio a Miracle y a Maia, y corriendo fue en su auxilio.
-¿Estáis bien niñas? Pensad en algo bonito, algo fascinante. Así pasará rápido-. Así fue en el caso de Miracle, pero Maia seguía llorando-. ¿Me permites?-se ofreció para coger a la niña, y la muchacha la entregó sin dudar. Él la arrebujo entre sus brazos, rozándola con la fría armadura que llevaba equipada.
Miracle se levantó y corriendo fue a los brazos de Fairan.
-Oh, Fairan, he tenido muchísimo miedo...-en su timbre había algo que disgustaba al muchacho, pero no sabía de qué se trataba- Pero por fin te veo después de tanto tiempo. Siento que me veas con esta espeluznante apariencia.
-No pasa nada, no tienes que preocuparte.-<<Espeluznante apariencia>>, se repitió un tanto asombrado. No le importaba nada. Mientras ella estuviese mal, quería saber qué podía hacer.
Se fijo en la ropa de la muchacha, y cayó en la cuenta de que el se acostó llevando pijama, pero para su alivio, tras observarse, vestía la ropa de siempre.
La niña se calmó, y todos estuvieron más tranquilos. Entonces Trébor habló:
-Antes de nada deciros que detrás de esos árboles tenéis lo necesario para la supervivencia en estos parajes, para vosotros, desconocidos. Unas mochilas cargadas con víveres, una espada, unas piezas de armadura, y como no, un mapa.
-¿Dónde estamos?-se atrevió a preguntar Albert.
-En el Valle de la Tranquilidad, a muchas leguas de nuestro objetivo, Arduan.
-Y si estamos tan lejos, ¿donde pararemos antes? ¿Cuál será nuestro rumbo?-Inquirió Violeta cogiendo una de las mochilas antes mencionadas y buscando el mapa. Todos siguieron su ejemplo, aceptando Sagax llevar la de la niña.
Trébor sonrió, complacido por esa pregunta.
-Descenderemos las montañas en dirección suroeste, hasta que encontréis una villa tranquila llamada Sirian Ol y...
De pronto un grito detuvo la explicación del hombre. Era un alarido de dolor, humano, y se juntaron otros más. Sin dar tregua, un gruñido ensordecedor, perteneciente lo más seguro a una bestia gigantesca, se unió a la algarabía.
-Maldito sea el primero-blasfemó Fainus-, es cierto que un dracox venía hacia aquí.
-¿El qué?-preguntó Fairan asustado, dejando a Miracle y cogiendo a Maia. Sus ojos estaban enrojecidos, y temblaba, pero abrazaba a su muñeco con ahínco.
El anciano fue a responder, mas una bestia gigantesca, como un dragón deformado, apareció por encima de los árboles.
Al menos diez pisos de altura era su estatura, la envergadura formada por sus seis poderosas alas acabadas en garras era descomunal. En su cabeza triangular se podía ver la boca formada por una hilera de temibles colmillos afilados. El color de la bestia era una amalgama de oscuros. Las escamas de su piel eran fuertes como el acero, al menos en apariencia.
Aparecieron tras lo árboles tres hombres armados con armaduras marrones, una espada larga a la espalda, un escudo redondo en el brazo y un macuto. Corrían sin mirar atrás pues ya sabían lo que verían.
-¡Corred!-aconsejaron al unísono los asustados hombres.
No dudaron en acatar el aviso del soldado, y todos, poniéndose en primera fila Trébor, salieron huyendo.
-¡Seguidme!-ordenó el primero-. Os guiaré hasta un lugar seguro-aseveró con rotundidez.
Se sumergieron en la profundidad del bosque, seguidos por los gruñidos del dracox. Éste a veces realizaba incursiones con una de sus poderosas cuatro patas, o sino con aquellas configuradas en sus alas.
Uno de los soldados se tropezó, y la bestia no tuvo piedad de él. Poco más tarde un rugido fue acompañado de una bola de fuego verde, descomponiendo a otro soldado, convirtiéndolo en polvo. Fairan contempló por el rabillo del ojo como se había desencadenado la escena, deseando que Maia, la niña, no lo hubiese visto. Aunque más le estremeció ver que era él quien estaba atrás, pues cargaba con la niña y la mochila, ralentizando su paso.
Sacando fuerzas de flaqueza aumentó su velocidad, pero no lo suficiente. Todos los poros de su cuerpo se rindieron al máximo, no había un músculo que no estuviese trabajando, y por poco no se quedó retrasado, pues el peso que llevaba era demasiado.
El dracox respiró hondo, se concentró y miró al muchacho. El color entremezclado de sus escamas brilló durante un momento y entonces, expulsó la segunda bocanada de fuego verde.
Fairan arrebujó a la niña entre sus brazos, con fuerza, quizás ella sí se salvaría, escudándola con su propio cuerpo. Sintió el calor de las llamas acercándose, incluso la muerte rozándole...
-¡¡¡¡IMÉR SHIR NOSTRA!!!!
Un escudo mágico protegió a los dos jóvenes, éste había sido invocado por Fainus, quien levantaba su bastón con ahínco. Aquello expulsado por el ser gigantesco se desvaneció.
-Corred, nosotros os protegeremos-gritó Trébor uniéndose al anciano-. Gilen, guíalos hasta Arduan –ordenó al último soldado con vida, que asintió sin detener su huida.
Siguieron corriendo diez minutos seguidos, al principio escuchando las palabras arcanas de Fainus y los gritos de guerra y cólera de Trébor, pero a medida que se alejaban, el sonido amainaba, le costaba más llegar hasta ellos. En su posición actual ni veían al dracox.
-¿Es aconsejable parar?-preguntó Miracle, trémulo su cuerpo, asustada su mente. Si hubiese visto a los otros soldados morir, estaría mucho peor.
-Sólo si queréis descansar-dijo Gilen, fatigado, oculto su rostro tras el yelmo.
Sin pensárselo dos veces se lo quitó y lo arrojó lo más lejos que pudo, y gritó. Se inclinó en el suelo, sollozando, temblando su cuerpo a causa del llanto. Era muy joven, pasados un poco los veinte, aunque su rostro estaba envejecido por una barba negra, como su corto cabello.
-Tranquilo, amigo- le consoló Violeta, pero el rostro del soldado se armó de cólera, y dictaminó dirigiéndose hacia todos:
-Espero que las perdidas acaecidas hoy, y las del futuro, sirvan para algo, y no para que un puñado de críos vengan aquí a darnos falsas esperanzas. ¡Éramos veinte y sólo quedo yo!
<< ¿Puñado de críos?>>, se preguntó Fairan, algo no rondaban bien.
-Nosotros no te hemos dado nada-apuntó Albert, despiezando el arco y guardándolo en la mochila.
-¿Dónde está Sagax?
La pregunta de Fairan pilló de improvisto a todos, incluso al muchacho. Maia miró en derredor sorprendida por la desaparición.
-Maldita sea...-se reprochó Gilen-. Se habrá caído, volveré a por él.
-No se ha caído, mira-apuntó Violeta-. Aquí está la mochila de la niña.
Maia se señaló a si misma con el dedo, pues no sabía que tenía una mochila.
-¿Se ha ido?-preguntó Miracle lo evidente, cayendo al suelo, desesperanzada.
-Mientras no esté muerto... -aclaró Gilen tranquilizado-, nos volveremos a encontrar.
-¿Eres adivino?-acusó Albert.
-No, pero mi madre sí.

Al poco continuaron la marcha a un paso más lento, interrumpidas las caminatas por cortos descansos de cinco minutos. Se fueron turnando a Maia cada vez que paraban, llevando Gilen la mochila de la niña. Pero le gustaba más ir con Violeta, pues arrebujándose entre sus pechos estaba más cómoda, y a ella no le importaba.
En una de las paradas todos se armaron con algún arma y con los petos, Fairan llevaba las dos espadas -para sorpresa del soldado-, Albert prefirió su arco. Quien no llevaba arma ninguna era Miracle.
-Esto no está hecho para mí, yo soy muy delicada, ¿sabes?
Ante tal comentario el arquero estuvo a punto de reírse junto a Violeta, Gilen no entendió nada y Fairan, decepcionado, miró a otra parte. La muchacha simplemente no los comprendía.
Anocheció, acampando en un pequeño claro del valle. Los materiales necesarios para ello estaban todos guardados en la mochila.
<<Éste Trébor ha pensado en todo>>, pensó Fairan sacando la yesca y el pedernal, preguntándose como funcionaban.
El soldado ayudó a todos a usar los instrumentos que estaban guardados en la mochila, asombrado ante la torpeza e ignorancia de sus aprendices. A Fairan, por petición de éste, le enseñó unos cuantos movimientos de lucha.
-Pero se suelen usar con una sola espada. No sé si servirán con dos.
-Lo intentaré-afirmó sonriendo.
-Deberías pero no en medio de una batalla contra un enemigo, pues podría no funcionar y ellos no tendrán piedad.
-¿Quiénes son nuestros enemigos?-preguntó Albert preparándose unas flechas, casi indiferente al resto, concentrado en su tarea.
-Los hombres de Silenox, sus espectros, los bárbaros del sur, los muertos vivientes, los hombres lobo...-enunció apesadumbrado.
Enmudecieron. Si hubiese intuido la respuesta, habría preferido callarse. ¿Qué cantidad de peligros les acechaban en ésta nueva tierra? El gesto del arquero era torvo, estaba cansado, y su mente circundaba por otros parajes. Lo había dejado todo, quizás para siempre, pero no le importaba mucho.
Silbó una flecha cortando el aire, incrustándose contra un árbol. Ésta se partió al llegar a su objetivo, debido al fuerte golpe.
-Está bien-y cogió otra fuerte rama para hacer otro proyectil.
Gilen se extrañó al ver el arma del joven. Había visto infinidades de arcos, pero ninguno como ese. Más complicado de armar y utilizar, quizás, sin embargo mucho más potente.
-¿De donde has sacado ese arco?
-Es mío. Mi abuelo quiso que me apuntase cuando era niño, y antes de morir, hace dos años, me lo regaló-relató con nostalgia.
Gilen se sorprendió, pero tras observarle más detenidamente, le llamaron la atención las vestimentas que ellos llevaban.
-¿Cómo os sentís al dejar vuestro mundo?
Albert meditó la pregunta durante unos segundos. Fairan ya lo había hecho, pero aún le parecía extraña la respuesta dada por su interior. Entonces ambos contestaron al unísono:
-Como en casa.
-Pues, bienvenidos-añadió alegremente.

Ya todos reunidos comenzaron a cenar carne de un animal parecido a un jabalí pero más grande y con cuatro cuernos. Había sido cazado por Albert, con la ayuda del soldado. Maia era la que estaba más entretenida. Quiso darle comida a su oso de peluche, llamado Osi, pero Miracle le aconsejó que no lo hiciese. Gilen, despojado de su armadura, mostraba unos ropajes livianos, tildados por la muchacha como "desfasados".
-¿Sabéis? soy un curioso de la naturaleza...y...-titubeó el soldado haciendo caso omiso del comentario sobre sus ropajes-. Y me gustaría saber como es vuestro "mundo".
La petición no pilló desprevenidos a nadie, tarde o temprano iban a preguntarles. Maia seguía en su mundo feliz, con su muñeco. Fairan hizo ademán de preguntar pero Albert le detuvo.
-Somos nosotros los invitados, sería justo que tú hablases de tu mundo, de las cosas que debemos saber. Y después nosotros del nuestro.
Estuvieron todos de acuerdo, incluso Gilen pareció contento tras la proposición de explicarse abiertamente sobre un tema que, según afirmaba, le encantaba.
-Y bien... ¿Qué queréis saber?







Capítulo 3


Tan sólo cinco años después de un acontecimiento que nadie quiere recordar entraron en el continente de Aragath unas criaturas llenas de maldad. Los Sfets. No era la primera vez que pisaban estas tierras, sin embargo, algo había cambiado en ellas, y en quién las controlaba:
Lord Silenox.
Éste no es un enemigo común, su maldad no tiene límites, y por desgracia, tampoco su sabiduría. No es como muchos jefes, éste se presenta en batalla con espada en mano. Los rumores apuntan a que no usa armadura.
Conquistó Ear- Hurgol en una semana, ya que la mayoría de los habitantes de esa endemoniada ciudad montañosa eran afines a la oscuridad, a la malicia, y su líder era, según algunos, la maldad en persona.
Por desgracia, Ear-Hurgol estaba cerca de Celanor, las montañas más bastas y peligrosas de todo Aragath. Por supuesto, estaban llenas de criaturas peligrosas, afines a la oscuridad y prontamente su ejército fue portentoso, formado por basiliscos, orcos, wyverns, trasgos, trolls, minotauros, hombres codiciosos-como los bárbaros del sur-, sfets...
Silenox, como hombre sabio no atacó el bosque de Barwud, y se dirigió a tierras de hombres, conquistando pueblos, desolando ciudades. Al Farador, Sirian Ol y Velam... pasaron rápidamente a ser suyas.
La gente lloraba, arrinconada en callejuelas, preguntándose por qué sus hijos morían sin motivo en una guerra por el poder, si ellos no tenían nada que ver. Existía apenas algo que llevarse a la boca y las enfermedades acababan con los débiles, los desamparados. Aquellos que incluso les dolía llorar, acababan suicidándose, o dedicándose al vandalismo.
Las ciudades libres existentes en ese momento se unieron bajo un mismo estandarte, Las Fuerzas de la Fe Blanca. Los lupinos de Colmillos Escalofriantes se unieron a las tropas oscuras de Silenox, y los canes –los hombres perro- al bien.
Elfos, dríades, ninfas, hadas, ents, humanos, obnoxis –los hombres lagarto-, garudas –los hombres pájaro-, los Dem... contra las fuerzas del mal, quienes a parte de los dichos lobos se unieron los muertos vivientes.
Una encarnizada batalla tuvo lugar en Dëla, la gran fortaleza. Duró ocho años, y fue llamada "Las siete esperas". Fue tal el número debido a que aparecieron siete soldados ataviados de negro, llamados Los sin Alma o Tradark, en el octavo año, y junto a Silenox, comandando con gran perfección las huestes, dieron por finalizada la encrucijada.
Los elfos, dríades y demás afines a la luz huyeron hacia el bosque, junto a algunos de otras razas que fueron admitidos. También se exiliaron a las montañas, a Martillo de Enano. Y a Carac-dur, la fortaleza sumergida.
Habían pasado 14 años desde la llegada de Silenox. Cual dictador puso las suficientes leyes para que la gente no se revelara. Puso ojo avizor hacia las tierras libres. Preparó nuevas tropas, más fuertes y numerosas pues había raptado a los jóvenes de las ciudades capturadas, los había amenazado. A otros, creer que les daba libertad les bastaba.
Fueron hacia Martillo de Enano, la ciudad de montañesa, con benevolente paso, otorgándoles una oportunidad a sus habitantes, argucias, y llenas de estratagemas sus mentes.
-Rinde tus dominios a los pies de Lord Silenox-exigió el propio Lord desde el otro lado de las murallas-. Prometo que tu gente será tratada lo mejor que ellos me permitan. Seré benevolente y justo en mi concepto.
Apareció una figura menuda por las almenas, con larga barba castaña, y con juzgadora hacha en mano. Con voz grave dictaminó:
-Detrás de esta gruesa roca-comenzó Rox, el Rey de los enano-, labrada con gran maña por mis antepasados, no sólo se encuentran unas gentes, unas razas, un pueblo. Dentro de cada uno de los habitantes, existe esa valentía, ese juicio, esa cordura, que les ayudará a actuar con sagacidad. No me rendiría a tus pies pues solo los cobardes, como tus aliados, se arrodillan para no ser juzgados. Detrás de estos muros se encuentran espíritus indomables, y estos espíritus no son mi ejército, ni mi apoyo, son mi corazón. Podrás conquistar el mundo mediante la fuerza, pero no mi corazón.
-Dichas tus palabras, expuesta tu condena-sentenció Silenox.
Se retiró junto a sus subordinados, y levantó una vulgar espada ancha, como símbolo juzgador.
Pero de pronto escucharon algo que no pensaría ninguno de los bandos que ocurriría. Un poema, cantado por centenares de voces, se dirigía hacia ellos.

Respeta nuestra decisión,
Fiel escudero y salvador.
Decidle al viento que hemos huido.
La sombra decidió al fin
Seguir su determinación,
Y al hermano pillaje hemos traído.
Nos negamos a morir,
Vivir de nuevo en soledad,
Nuestras espadas bebieron unidas,
Unidas de nuevo lucharán.

Recitado por los miles de exiliados, que se vieron obligados a abandonar su hogar para subsistir. Éstos, llamados Fregenos, se unieron a los habitantes de martillo de enano, y vencieron juntos a las hordas oscuras.
Fue la primera batalla, y la última que por ahora ha perdido Silenox. Grandes fiestas se celebraron, llamando a ese día "el principio del fin".
Que equivocados estaban cuando, pocas semanas después, Silenox hizo desaparecer del mapa a Dëla, con todos sus habitantes como penitencia por la insolencia de los enanos, los refugiados y los forajidos. Aunque el Lord quedó inconsciente durante medio año a causa de la potencia del hechizo, cuando despertó sitió martillo de enano sin esfuerzo, pues estos estaban asustados de ser los siguientes en desaparecer.
Sí es cierto que no se ha vuelto a ver al Lord luchando en una batalla.
Pensareis que en el periodo en el que Silenox estaba incapacitado podrían haber atacado, pero os olvidáis de sus imponentes huestes, y de los siete Tradark
Hay rumores de que, en los restos de Dëla, se encuentran los espíritus de los asesinados tras el hechizo. Vagabundean hasta los límites, queriendo escapar.
Conquistado Martillo de enano comenzaron a oírse rumores, "siete héroes vendrán a salvarnos" decía el populacho. A medida que el tiempo corría con miedo por las tierras de los mortales, los comentarios y su credibilidad fueron aumentando, sembrándose la esperanza y la fe en la mayoría de los habitantes del continente.
Los rumores fueron ignorados por las tropas oscuras, pues su líder deseaba conquistar Carac-dûr a toda costa, pero había algo impidiéndoselo. El Gólem de las Tempestades. Un aparato arcano, sofisticado, de gran poder. Permite controlar grandes masas de agua, afirmando algunos que puedes mover el océano con un mero movimiento de la mano. Algunas Órdenes, como la mía, se prepararon en aquella ciudad subacuática.
Los Tradark se dirigieron a diversos puntos de Aragath, la mayoría hacia Fathen Nôd, la ciudad del oeste.
Y así, ha estado preparando su ejército durante 20 años para conquistarlo, no se sabe cuando atacarán. Mientras, los rumores sobre los salvadores han ido creciendo hasta hacerse realidad...

-Silenox controla las tierras que no están protegidas por el Gólem de las tempestades, dentro de poco tiempo ni esos lugares serán seguros. Por lo pronto tiene apostadas varias huestes en Billium...-acabó el relato Gilen con desdén. Susurró algunas palabras, pero a tono tan bajo que no se oyeron.
Conmocionados por la historia, los "salvadores" miraron su interior, su dolor, el mismo emanado por la tierra de Láguia, por sus habitantes. Unas lágrimas llenas de pesar, de sufrimiento. A pesar de todo, dentro de cada uno se movía un gusanillo de sensaciones: Seguridad, o al menos eso pensaban. Todo saldrá bien, se convencieron.
-Háblame de esos dracox –rompió Albert el silencio, pues empezaba a agobiar.
-Empezaré diciéndote que los dragones –Maia alzó la mirada al escuchar la palabra-, tienen dos formas, la humanoide y la bestia. La primera puede ser elfo, humano, enano...y la bestia es la descomunal máquina de matar. Los dragones tienen por regla no reproducirse entre ellos, y solo pueden hacerlo con miembros de su raza humanoide. Si esta ley se inflige, la cría será un dracox, corrompido, lleno de maldad, y más fuerte que cualquier dragón. El motivo...nadie lo sabe.
El rostro de Albert, que momentáneamente había aparecido sorprendido, se tornó oscuro, ensombrecido.
-¿Qué hicieron los dragones en las batallas, durante la guerra?- fue Fairan quien preguntó.
-Participaron, sin duda. Primero bajo apariencia humanoide, y después bestia. Muchos dragones se refugiaron con los Fregenos, por eso obtuvieron ventaja. No se sabe nada de ellos.
Albert parecía pasar del tema pues, tras conseguir otra rama, comenzó a tallarla, convirtiéndola poco a poco en una nueva flecha.
Fairan se tumbó en el húmedo suelo del valle y contempló las estrellas, para después fijarse en tres esferas situadas en el firmamento, como lunas. Una era blanca, luminiscente, otra verdosa, y las más pequeña, situada en el centro, carmesí.
-¿Tres lunas?-mencionó inconscientemente.
Gilen se percató del comentario y añadió:
-Mirem, la purificadora –señaló la blanca, la más grande-. Vert, madre naturaleza. Rijs, la sentencia.
El muchacho se preguntó por el nombre de la más pequeña. <<La sentencia>>, lo repitió hasta fijarse tanto en ella, que parecía la luna la que se fijaba en él, escrutándolo tras la custodia de sus compañeras.
-Ahora tenemos que descansar –Soltó en voz baja Violeta, y señaló a la niña, durmiendo en su regazo-. Ella dormirá conmigo.
Sin hacer apenas ruido, se refugiaron en sus respectivas tiendas. Fairan, antes de meterse en la suya, Miracle le detuvo.
-Me alegro de verte después de tanto tiempo-dijo con dulzura, con la misma de siempre.
-Yo también-quiso abrazarla, pero algo le detuvo.
-Hay mucho de que hablar, sobre todo después de la historia del "soldado"-su timbre volvió a teñirse de un matiz cínico.
Esta vez no pudo contenerse:
-Mira, deja todo lo vulgar en tu tierra, ¿de acuerdo? Esta no es tu casa, es tu hogar, y los hogares se defienden. Creete un poco donde estás.
Al ver el rostro dolorido de Miracle, el muchacho temió haberse pasado. Fue a disculparse. Todo había pasado muy rápido, y aquella niña de hace tiempo no era quien parecía ser ahora, frustrándole aún más.
Apareció una mujer que posándose entre ambos abrazó a Fairan y le besó en la frente.
-Descansa bien, mañana nos levantaremos temprano, y nos espera un largo camino- era Violeta quien con dulzura le habló. Le preocupó que Miracle se hubiese incomodado más por el cariño que la joven le demostraba.
Violeta se desvaneció en el interior de su tienda, y cuando se fue a dar cuenta, la muchacha ya no estaba. Maldijo en voz baja. Mañana lo arreglaría todo.

Antes de acostarse totalmente, Gilen entró en la tienda de Fairan y le comunicó que él haría la segunda guardia, y el soldado haría la primera. Después Albert sería su relevo. Comprendió rápidamente el motivo por el que Gilen vigilaba el primero, había pasado muchas vicisitudes en estos días.
Hacer de guarda fue aburridísimo, haciéndosele imposible la tarea de no cerrar los ojos. Al cabo de un rato, Albert le sustituyó, y agradecido, entró en su tienda.

Amaneció. Era su segundo día en Láguia, y algo extraño ocurría en el exterior. Se desperezó y usó un poco de agua del odre para refrescarse. Se armó con la espada y salió.
La primera imagen que vio fue la de Violeta, furiosa, y Albert, arrepentido, sentado junto a las cenizas del fuego de anoche. Ésta le echaba una dura reprimenda, al parecer relacionada con la niña.
-¿Qué ocurre?- intervino Fairan.
-Maia ha desaparecido-fue la sentenciosa respuesta de Violeta.






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